Parece que Raquel pertenece a una familia de longevos: un tío abuelo suyo, tiene ochenta y seis años.
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El anciano es tío de su madre.
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Otra tía abuela, tía de su padre, ya ha cumplido noventa y dos años.
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Total, varios de sus parientes son mayores de setenta años, todos ellos fuertes como robles.
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En la joven generación, incluyendo sus numerosos sobrinos, todos, tanto los chicos como las chicas, son sanos, vitales y activos practicantes de diversos deportes.
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Desde ahora se puede ver que les espera una prolongada existencia.
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Ya sabemos que la familia de Raquel se caracteriza por su longevidad, pero queda todavia por añadir una verdadera sorpresa: la madre de la madre de su madre, o sea, su bisabuela, ahora mismo sobrepasa los ciento diez años de edad.
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La anciana vive ahora en un asilo, una residencia dotada de médicos, enfermeras y persona que sabe cómo cuidar a la gente muy mayor.
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A pesar de su avanzada edad, a ella le gusta que la informen sobre la actualidad.
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Sus familiares la visitan con fiecuencia y conversan con ella todo el tiempo.
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Cuando lo hacen, tienen que salvar ciertos inconvenientes: la anciana no oye bien, habla lentamente y no pronuncia bien algunas palabras.
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Le gusta conversar con Raquel porque es una chica que la trata con paciencia y cariño y es la que mejor la entiende.
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Precisamente, esta mañana Raquel se dispone a visitarla.